En la cocina del antiguo monasterio dei Benedettini se representó el pasado domingo L´inferno, la nueva producción de Guglielmo Ferro. El director de teatro catanés recrea en los bajos del templo, algunos de los episodios de la obra a través de la dialéctica siciliana. Y en infierno se conviertió una de las calles contiguas al monasterio tras la función - "L'inferno" dentro e fuori i Benedettini
L’infierno dentro y fuera dei Benedettini
Un silencio sepulcral domina la antesala del espectáculo donde nos hacen esperar en turnos de unas 15 personas. Y es que las paredes del monasterio filtran el sonido que disturba la prosecución del acto que se está representando bajo nuestros pies. Tras unos minutos somos nosotros los que bajo los pies de otros, nos convertimos en parte del espectáculo itinerante. Un viaje por el antiguo sistema hidraúlico convertido hoy en un perfecto escenario para los personajes del infierno de Dante.
Un espectáculo dividido en pequeños actos situados en distintas partes de la gran superficie subterranea. Las historias de: Caronte, Paolo e Francesca, Farinata, Cavalcanti, Ulisse, acompañados siempre por su creador Dante como narrador se van desarrollando a medida que nos desplazamos, guiados por miembros de la organización, a través del espacio.
Una idea original que introduce al público directamente dentro de la historia hasta el punto de convertirlo en parte de ésta gracias al lenguaje, el lugar y la fórmula narrativa empleada. Un inferno que toma vida en los cálidos bajos que mantienen en pie al segundo monasterio más grande de europa. Un infierno que el pasado domingo pareció haber traspasado las paredes de piedra y llegar hasta las afueras dei Benedettini.
Tras cruzar la grande puerta de hierro y abandonar el monasterio nos encontramos en las calles vacías y oscuras de San Cristofano, un barrio dominado por las sombras que crean las luces de los faros de coches que por allí circulan. Una zona, al parecer, donde el fuego viene representado a través de las pistolas de hombres que aprovechan la penumbra para rendir cuentas mediante la fuerza de la muerte. O al menos en eso se convirtió el pasado domingo cuando caminando con premura hacia nuestro coche encontramos a un grupo de hombres que dialogaban con alterado tono en medio de la calle. El que parecía más agitado movía su brazo derecho amenazante mientras mantenía en su mano izquierda pegada al muslo un arma de fuego que atrajo mi atención. Un acto más aterrorizante que L´inferno de Dante del que acababa de salir.